Estuvimos en el lanzamiento de la nueva fragancia Carolina Herrera VIP 212 Rosé y entrevistamos a su creadora, que nos cuenta sobre la mística neoyorquina.

 

La Gran Manzana estaba helada, el revuelo que implica la Semana de la Moda en la ciudad se respiraba fuerte en los alrededores del Lincoln Center. En ese espacio se realizan casi todas las presentaciones de las nuevas colecciones, las pasarelas arden; en ese contexto vimos por primera vez a Carolina Herrera de Báez. Ella estaba sentada en la primera fila, muy tranquila charlando con varios periodistas que con grabador o cámara en mano registraban la previa al desfile de su madre, la diseñadora top Carolina Herrera. El mundillo de la moda decía presente; la mayoría, megalookeados, Carolina no. Llevaba una camisa floreada con un chaleco negro inflable y un pantalón de vestir, casi sin maquillaje y con un clásico rodete. Sin embargo, su elegancia natural se destacaba, su mirada amable y su voz calma seducían más que el mejor look jamás visto en un coolhunting. Luego del desfile, nos dirigimos al corazón del Soho para asistir a la presentación de la fragancia, ahí charlamos con ella. Pero antes, ¿quién es esta chica?

Carolina Herrera de Báez vive en Madrid, está casada con el ex torero Miguel Báez y tiene tres hijos. Nació en lo que ella denomina "el microcosmos de Caracas", Venezuela. De adolescente, se fue a vivir a Nueva York con su familia y vivió de cerca el proceso en el que su madre, Carolina Herrera, se posicionó como una de las diseñadoras más importantes de la moda mundial. Estudió ciencias, cine, trabajó como productora varios años y vivió de cerca la locura del Studio 54 y la energía de la factoría de Andy Warhol. Vivió todo muy a full, viajó, se divirtió y un día pensó en un perfume.

 

Tu primer paso en las fragancias lo diste en 1997 con la creación del Carolina Herrera 212, que se transformó automáticamente en un clásico.

 

¡Golpe de suerte! (dice sin vacilar).

¿En qué te inspiraste? ¿Cómo fue ese proceso?

En ese momento fue todo vertiginoso, yo no entré a trabajar en Carolina Herrera, yo entré a dar ideas para un perfume que luego se convirtió en 212. No sabía por dónde iba, me dejé llevar. Siempre me dejo llevar por el instinto. Sí estaba segura de que la inspiración partía 100% de Nueva York, de lo que para mí significaba la ciudad, y yo en ese tiempo la estaba viviendo de lleno. Era muy fácil imaginar a esa mujer, imaginar este perfume que era Nueva York.

La ciudad siendo el gran disparador de las nuevas fragancias.

Sí, pero ya no es solo la gran ciudad, fue en su momento la mujer sensual que se mueve por la ciudad, y ahora imaginamos cómo sería la fiesta perfecta.

Una fiesta que se vive divinamente en el comercial del 212 VIP Rosé.

Tiene buena energía, ¿verdad? Es una fiesta que mezcla la belleza de Nueva York, es lo que me encanta de esta ciudad, admite todo: talento, excentricidades, pero solo admite verdades. Porque si no eres auténtico, te admite una vez, pero no hay una segunda. Lo rico de esta fiesta es que todos los personajes que ves varían en edades, en profesión, pero todos conviven. Eso es lo divertido, lo enriquecedor, la vorágine, la mezcla, el cruce de ideas.

 

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